La generación de imágenes y modelos BIM mediante Inteligencia Artificial (IA), es hoy una realidad en el ámbito académico de la arquitectura y el diseño.
Muchas de estas imágenes y modelos son ya indistinguibles de aquellas realizadas por un ser humano. Pero estos sistemas no razonan ni entienden en los términos en que los humanos lo hacemos; cada uno de ellos reúne, clasifica y recuenta imágenes y datos (en función del entrenamiento recibido) para poder, así, llegar a conclusiones (en forma de inferencias probabilísticas) a partir de los conjuntos de datos numéricos oportunamente etiquetados. Tampoco se desempeñan de manera análoga a los procesos cognitivos presentes en el mundo animal en general, y en el cerebro y la mente humana en particular, cuando se trata de gestionar exitosamente contenidos semánticos.
Así descriptos, y a pesar de las limitaciones señaladas respecto a su similitud con el cerebro humano, estos sistemas creados para la generación de imágenes digitales y modelos BIM potenciadas con IA deberían ser tenidos en una muy alta consideración, tanto por arquitectos y diseñadores de interiores y mobiliario, como por los estudiantes y docentes de estas carreras universitarias. Sin embargo, la aparición de los mismos ha generado desconfianza por parte de todos los actores antes señalados. Y la desconfianza tiene que ver con el (ingenuo) temor (de estudiantes, docentes y profesionales) a ser reemplazados por la IA.
¿Qué es lo que lleva a sugerir el reemplazo de los estudiantes y, por extensión, de todos los profesionales de estas disciplinas, por la IA?
Para dar un contexto académico a la respuesta a esta pregunta, voy a citar algunas experiencias vividas en distintos ámbitos universitarios.
La primera experiencia es conocida: el docente del taller de diseño le da al estudiante un “programa de necesidades”. El estudiante adopta acríticamente este programa y procede a darle forma a su diseño. Siguiendo las pautas de desarrollo del trabajo presentadas por el docente (cronograma de presentaciones y correcciones, tipo y características de los sistemas de representación a utilizar) el estudiante produce una propuesta de diseño que es un resultado, a modo de síntesis, de los “referentes”, que se ajusta a las condiciones climáticas del lugar, que cumple con las condiciones dimensionales, estructurales, y de asoleamiento requeridas en los códigos.
La segunda experiencia es conocida: la imagen de un edificio, o de un proyecto del mismo, sirve de guía a un nuevo proyecto. Suelen utilizarse imágenes publicadas en revistas o páginas web internacionales, como guía o referencia para definir la forma de aquello que se está diseñando.
La tercera experiencia es conocida: el docente corrige trabajos terminados, sin llegar a conocer el proceso que les dio forma; sólo le presta atención a las producciones finales presentadas por los estudiantes. En muchos casos, ese trabajo es producido por equipos compuestos por varios integrantes, el cual es evaluado sin contemplar la cantidad de estudiantes que han participado en la definición del mismo.
La cuarta experiencia es conocida: desde la docencia se fomenta la idea de que existe un “mundo real” por fuera de los límites del ámbito académico, y es necesario organizar las prioridades que definen el proyecto refiriendo a las condiciones que impone aquel “mundo real”. Si lo que está fuera del ámbito académico es “lo real”, todo aquello que sucede puertas adentro de las instituciones universitarias es degradado a la categoría de “falso” o “no real” (atribuyéndosele un carácter “propedéutico” para enfrentar al “mundo real”.
En los casos aquí citados (además de privarlo de construir un problema en términos de arquitectura, o de diseño de interiores y mobiliario), al estudiante no se le está dando la posibilidad de construir subjetividad; es decir, de organizar procesos con sentido y significado, susceptibles de ser configurados de diferentes formas por el propio sujeto en los diferentes espacios sociales en los que este estudiante vive.
Respecto del primer caso citado, es importante recordar que “la operación de diseño” no existe como tal; debe ser construida por el arquitecto, el diseñador (o el estudiante de estas disciplinas). Las maneras de construirlas son más o menos adecuadas para satisfacer los objetivos de cada operación local y particular, y requiere de saberes (como la ontología o la epistemología) que no se estudian en profundidad en estas carreras de grado.
Herbert Simon dio cuenta de la dificultad de dotar a las profesiones que tratan con lo contingente de un corpus teórico distinto de las ciencias que le sirven de base; y denominó “ciencias de lo artificial” a las disciplinas que tratan (principalmente) de cómo podrían llegar a ser las cosas. Donald Schön, a partir de reconocer que el diseñador y el arquitecto se enfrentan con el desafío de plantear problemas de diseño en contextos originales, hizo manifiesta las diferencias entre la actividad consistente en realizar el planteo del problema, y el problema de resolverlo, y concluyó que ellos realizan la difícil y particular tarea de pensar en la definición del problema a medida que se lo resuelve; es decir, que estas instancias de definición del problema y de su solución se relacionan en un único movimiento u operación. Esto ha llevado a Schön (1987) a afirmar que “las áreas más importantes de la práctica profesional se encuentran hoy más allá de los límites convencionales de la competencia profesional”. Así es que la relación entre el observador y lo observado, el contexto social en el cual se lleva a cabo una investigación, el discurso desde el cual un problema es formulado, y la relación entre los límites disciplinares y la definición de problema al interno de una disciplina, son problemas con los cuales los estudiantes de diseño deben tratar cuando se problematiza una operación de diseño.
Es decir que las operaciones de diseño no se encuentran ante nosotros, sino que deben ser definidas mediante su construcción, y la cuestión sobre cómo emergen en tanto objetos construidos es una pregunta que involucra al estudiante. El concepto de “bisociación” ofrecido por Heinz von Foerster, sirve para reflexionar sobre el problema de la inclusión del diseñador en aquello problematizado. El Dr. Marcelo Pakman da cuenta de esta relación y la define como paso de la ontología a la epistemología de la siguiente manera:
En el momento en que dejamos de considerar que las nociones que usamos son propiedad o atributo de los sistemas observados, para concebirlas como producto emergente de la interacción ente nosotros y el sistema observado […] nos movemos de la ontología a la epistemología, de los sistemas observados a nuestro conocimiento de ellos. - Pakman, en Von Foerster, 1996, página 103.
El arquitecto y el diseñador “observado” deberá enfrentar la doble problemática consistente en establecer su objeto de estudio, y definir desde qué fundamento teórico y conceptual hacerlo, dado que la teoría que sirve de fundamento a la construcción de la operación de diseño influye en el modo de captar los problemas, en cómo llevar a cabo esa misma operación, y en la manera en que se obtienen soluciones en términos de diseño (es decir, definen el modo de configurar la experiencia que se observa, se experimenta o se interpreta). Reflexionar sobre la construcción y definición de la operación de diseño, es pensar sobre una particular manera que el ser humano tiene de relacionarse con las cosas; y los resultados de estas reflexiones ofrecen, a su vez, la posibilidad de entender la realidad y la responsabilidad de nuestro modo de intervenir en ella.
Pero, además, el diseñador o arquitecto no es un “observador” en el sentido en que éste es definido por la ciencia, por el arte o, inclusive, por la tecnología. Se trata de un agente proactivo, que establece relaciones orientadas a la intervención en la realidad mediante ejercicios de prefiguración con una fuerte carga de significación (en donde la comunicación en forma de imágenes de estos significados juega un rol determinante de la forma y del orden de aparición de lo diseñado). El hacer y el saber; el “ser”, el “deber ser”, pero también el “debería o podría ser” (con la carga simbólica y de significado atribuible a todo esto), son distintas dimensiones que definen un mismo problema ontológico que es objeto de reflexión del diseño y de la arquitectura. Por esta razón, antes que hablar de “observador observado”, en el ámbito del diseño y de la arquitectura se debe referir a “un diseñador diseñado”. Cuando el diseñador o arquitecto reflexiona sobre su relación con la operación de diseño, lo hace en términos de diseño; es decir, el diseñador no se observa a sí mismo formando parte de la operación de diseño, únicamente, sino que (el diseñador mismo) diseña su particular manera de participar activamente en la definición de la forma, en esa particular operación de diseño.
La problematización de ciertas circunstancias en términos de diseño es posible porque diseñadores o arquitectos son capaces de organizar la realidad en función de sus saberes: “la inteligencia organiza el mundo organizándose ella misma” (Piaget en Watzlawick, 2010, pág. 25). Es el concepto teleológico de finalidad el que hace posible organizar una operación de diseño, porque se reconocen (desde los saberes disciplinares) regularidades en la realidad en donde están dadas las circunstancias que devendrán heterogeneidades (por la decisión del diseñador o arquitecto, el responsable de la definición de la operación) susceptibles de ser ordenadas en relaciones en la operación de diseño. Y esta responsabilidad es, a su vez, posibilidad de libertad para quien diseña, porque quien es consciente de la invención de operaciones para intervenir en la realidad, sabe que podría definir esa misma invención de otras múltiples maneras.
No es objetivo o finalidad del software para generación de imágenes y modelos BIM potenciados mediante IA, el construir una operación de diseño. La IA no puede reemplazar a un estudiante de arquitectura o diseño, ni a los profesionales, ni a los docentes de estas carreras; y esto es así porque la IA funciona en los términos más arriba señalados, es decir, estadísticamente.
Respecto del segundo caso: el diseño de interiores y mobiliario, como así también la arquitectura, no están hechos (únicamente) de imágenes (visuales), sino de la compleja y dinámica interacción de sensaciones. La imagen de aquello que se diseña varía en función de la construcción de la misma operación de diseño; y no existe una operación de diseño genérica capaz de producir todo tipo de imágenes de formas diseñadas, porque cada una de ellas es consecuencia de una particular operación de diseño, creada ex profeso para un caso local, particular, que no es posible reproducir para otros casos sin que ésta (la operación de diseño) se vea alterada.
Respecto del tercer caso o experiencia citado: el seguimiento del trabajo del estudiante requiere tiempo y dedicación por parte del docente; pero sucede que en universidades en donde la masividad es un hecho establecido y consolidado, el tiempo es un bien escaso, o inexistente, y los docentes se ven compelidos a organizar grupos con el único fin de disminuir la cantidad de trabajos a corregir. Se trata de “agrupaciones” de estudiantes (“amontonamientos”), antes que de verdaderos equipos de trabajo. El trabajo en equipos debería ser tema de estudio en las universidades. Un equipo de trabajo es un conjunto de personas con habilidades complementarias, que realizan tareas para alcanzar resultados comunes; mientras que en un grupo (planteado en los términos antes expuestos, como “amontonamiento”) lo que se busca es desdibujar las individualidades de sus integrantes con el único propósito de simplificar y reducir la cantidad de trabajos a corregir. Es obvio que si no se conoce el proceso por el cual el estudiante llegó a definir una imagen de un proyecto, esta imagen podría ser realizada con IA y no ser distinguida de otra producida por un ser humano.
Respecto del cuarto caso, o última experiencia citada: más allá de la ingenuidad de plantear una distinción entre el ámbito de lo real, y de aquello que no lo es, se reconoce en la afirmación “lo real”, que existe una orientación de la docencia a plantear los problemas de diseño, y de arquitectura, considerando como válida únicamente la actividad profesional (la efectividad para construir un edificio o un mueble), en detrimento de otras dimensiones disciplinares (como son la teoría, la crítica, la historia). Es decir que para estos docentes, la “verdadera arquitectura”, o el “verdadero diseño”, son aquellos que se construyen (proyectos que “dejan el papel” y se materializan en edificios, en objetos, en mobiliario, en espacios interiores), y todo lo concerniente a la teoría, la historia o la crítica (o, inclusive, a la docencia del diseño y la arquitectura) son actividades secundarias o, en el mejor de los casos, que sirven de “soporte” a la actividad profesional. En función de esta manera de pensar, se organizan carreras de grado con materias troncales orientadas a la producción de proyectos (a las cuales se les dedica más horas de cursado) y materias “subsidiarias”, las cuales deben servir a los propósitos de “apuntalar” las actividades que se hacen en el taller de diseño. La consecuencia nefasta de esta manera de pensar es el manifiesto desprecio del trabajo de arquitectos y diseñadores cuya actividad principal, o única, está orientada a la investigación en la docencia, crítica, teoría e historia. Este desprecio es posible percibirlo en distintos ámbitos institucionales del diseño y la arquitectura, pero se manifiesta con especial énfasis en ámbitos académicos (en cátedras en las que se enseña a proyectar, particularmente). Cualquier software potenciado con IA para la optimización de edificios podría servir, en este caso, para que los estudiantes presenten un proyecto.
La irrupción de estos sistemas en el ámbito académico, han hecho visibles problemas relacionados con la educación del diseño de interiores y mobiliario, y de la arquitectura, en lo concerniente a la capacidad de promover subjetividad en universidades superpobladas de estudiantes. Por lo hasta aquí señalado, está claro que la IA no puede reemplazar al ser humano que diseña, o al ser humano que hace arquitectura o la aprende; y no se trata de prohibir el uso de la IA (en sus distintas formas) en el ámbito académico, sino de integrarlo críticamente a un entorno académico que promueva la construcción subjetiva en las carreras de diseño de interiores y mobiliario y arquitectura.
Entonces, si existe la sospecha de que la IA puede llegar a quitarle el lugar a los arquitectos y diseñadores (en lo que respecta a la toma de decisiones en la definición de la forma), esto es así porque los arquitectos, diseñadores, docentes y estudiantes de estas disciplinas, poco entienden de estos sistemas informáticos en relación a la operación de diseño; o quizás, porque con su comportamiento (que no reconoce ni permite organizar procesos con sentido y significado, para que sean configurados por el propio sujeto de manera articulada entre lo individual y lo social) ellos ocupaban el lugar de la IA (de “ésta” IA a la cual aquí referimos), aún antes de que esta existiera.
Bibliografía citada
- Gefter, Amanda (28 de septiembre de 2018) El hombre que intentó redimir el mundo mediante la lógica matemática. Interferencia. Recuperado el 26 de noviembre de 2022, de https://interferencia.cl/articulos/el-hombre-que-intento-redimir-el-mundo-mediante-la-logica-matematica
- Jones, John Christopher; Broadbent, Geoffrey; Bonta, Juan Pablo (1969) El Simposio de Portsmouth. Problemas de metodología del diseño arquitectónico. Buenos Aires: EUdeBA
- McCarthy, John; Minsky, Marvin; Rochester, Nathanial; Shannon, Claude (1955) A Proposal for the Dartmouth Summer Research Project on Artificial Intelligence. Recuperado de http://www-formal.stanford.edu/jmc/history/dartmouth/dartmouth.html el día 20 de febrero de 2023.
- Schön, Donald (1987) La formación de profesionales reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y aprendizaje en las profesiones. Barcelona: Paidós
- Simon, Herbert (1973) Las ciencias de lo artificial. Barcelona: A.T.E.
- Von Foerster, Heinz (1996) Las semillas de la cibernética. Barcelona: Gedisa
- Watzlawick, Paul; Krieg, Peter (1995) El ojo del observador. Contribuciones al constructivismo. Homenaje a Heinz von Foerster. Barcelona: Gedisa
Bevilacqua, Flavio; Bahía Blanca, 9 de enero, 1971. Arquitecto, FADU UBA; Doctor en Diseño, UP; Máster en diseño, gestión y desarrollo de nuevos productos, UPV, Valencia; Master in industrial design, SPD, Milán. Profesor universitario en el área de diseño y representación gráfica CAD. Ha publicado, entre otros, Sobre el proceso de concretización del proyecto de arquitectura, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina; Diseño de interiores, equipamiento y mobiliario, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Diseño. Ganador de Beca Fondo Nacional de las Artes. Intern architect en el estudio Zaha Hadid en Londres, Cluster ZH CODE. Investigador independiente en el área de teoría de la operación de diseño, y filosofía de la técnica y tecnología.